Integrantes de la Delegación San Martín de los Andes de nuestra asociación fueron reconocidos por desarrollar un exitoso sistema de efluentes cloacales en el volcán Lanín. El proceso fue controlado por técnicos especializados y personal de la Administración de Parques Nacionales (APN). La falta de agua corriente, las bajas temperaturas y la escasa presión de oxígeno dificultan el manejo de los residuos sanitarios en las zonas altas de las montaña. Por ello, hace años, los guías de montaña AAGM que trabajan en el volcán Lanín estudian alternativas para tratar la basura y en particular los efluentes cloacales. El proceso tiene lugar en la zona del campamento, a 2.300 metros de altitud, donde la mayoría pernocta antes de subir a la cumbre.
El lugar es rocoso, está expuesto a los fuertes vientos y las bajas temperaturas. Allí pernoctan durante el verano alrededor de 50 personas por noche, alojadas en domos o carpas. Todos comen y también van al baño. Ello demanda un sistema que permita evitar la contaminación. La basura se baja en su totalidad y los desechos cloacales merecieron diferentes tratamientos.
Hasta 2020, solo había una letrina. Dos años después, los guías pusieron en marcha una “abonera aeróbica” (que transforma los excrementos sólidos en abono o tierra mejorada) y un lecho nitrificante para la orina. Había un pozo letrina identificado por una pirca que funcionaban bien. Algunas personas iban ahí; pero otras se alejaban buscando intimidad. Parques quería ir más allá y que la montaña tuviera un correcto manejo, sustentable. No obstante, no había una propuesta clara ni uniforme de cómo resolver el problema. Algunos proponían el “tubo caca”, donde cada caminante debía trasladar en bolsita de nilón y tubos herméticos sus desechos sólidos y otros proponían juntar la caca en grandes tambores y bajarlos en helicóptero.
No obstante, ambos sistemas solo solucionaban en parte el problema. El tubo caca es resistidos por muchas personas, y en caso de ser usado, tampoco hay un lugar donde sea vaciado, limpiado y tratado. Lo mismo pasa con los tambores, que una vez bajados, demandan un tratamiento. Pero esto no se hace. De esta manera, el problema no se soluciona, solo se traslada de un lugar a otro.
El desafío fue crear una mejor estructura para que la práctica de ir al baño fuera más amigable. “Decidimos trasladar en helicóptero una estructura fija desarmada y armarla arriba. La idea fue hacer una separación de los residuos: que el pis escurra por un lado; la caca, por otro y taparla con aserrín. Cuando ese balde se llena, el refugiero lo vacía en una abonera que tiene ingreso de aire”, explicaron desde la delegación.
A pocos metros del campamento del Lanín, se instalaron unos tachos de 20 litros que se colocaron adentro de un inodoro que “tiene como un embudo”. “Si uno hace pis va por otro lado y no al tacho. Esto, por una cuestión química, es clave para que el sistema funcione. Los residuos sólidos van al tacho y se tapan con aserrín. Los papeles van a otro tacho que luego se quema o se baja de la montaña”, especificaron.
Cuando el tacho con los depósitos y el aserrín se completa, éste se vacía en la abonera, unos tambores de plástico de 200 litros que están perforados y colocados dentro de una estructura de madera, tipo pallets, que a su vez está señalizada por una pirca. Ahí se comienza a compostar.
Tras dos años de pruebas y mejoras, María Cristina Frugoni, técnica forestal y profesora de Edafología en el Centro Regional Universitario de San Martín de los Andes, dependiente de la Universidad Nacional del Comahue, realizó estudios biológicos del suelo en la zona de refugios. Los análisis demostraron rendimientos altamente favorables, lo que evidenció que, frente al aporte de materia orgánica, ocurren procesos de descomposición.
“Fuimos convocados por el Área de Conservación del parque nacional Lanín ya que querían mejorar el sistema de sanitarios en la zona de los refugios, con la idea de implementar un sistema de tratamiento de materia fecal y orina que no impactara en el ambiente”, indicó Frugoni.
En ese momento, propuso evaluar si la condición del suelo favorecía la descomposición de la materia orgánica. “Primero había que ver el nivel de desarrollo del suelo a esa altitud, con un clima limitativo y confirmar si había organismos descomponiendo materia orgánica en ese ambiente. Tomamos muestras del suelo en distintas situaciones: suelo desnudo, con escasa cobertura vegetal y en la zona donde estaba la antigua letrina en la que se había acumulado materia fecal”, describió la técnica forestal.
Los resultados arrojaron que, en las zonas de acumulación de materia fecal y en las áreas donde había matas de vegetación “había descomponedores”; mientras que en el suelo desnudo “no había nada”.
“En definitiva -concluyó- en esos ambientes era esperable la descomposición de materia orgánica. Por eso, los guías propusieron hacer un compostaje de la materia fecal en la zona de baños que ellos construyeron”. Insistió en la necesidad de monitorear esos procesos ya que no existe información científica sobre qué ocurre con la descomposición de materia orgánica en los ambientes de alta montaña.
“Se va generando nueva información sobre la base de avanzar en el tratamiento sustentable de materia fecal. Y lo están replicado otras montañas. Estas primeras informaciones nos indican que, frente a la presencia de materia orgánica, hay actividad biológica que la está descomponiendo y es un indicador favorable respecto al tratamiento que realizan con el compostaje”, concluyó Frugoni.