Para numerosos andinistas radicados en la zona del Parque Nacional Nahuel Huapi y también en Argentina Gerardo “El Chulengo” Lamuniere fue un referente en montaña y en filosofía de vida. “Partió un tipo generoso, rebelde desde la autenticidad y poderoso desde la posibilidad de motivar el pensamiento”, escribió en whats app al enterarse de su partida el guía de montaña Nahuel Alonso.
Gerardo fue maestro de numerosos montañeses argentinos, muchos de ellos eximios escaladores y grandes alpinistas. Sebastián de la Cruz, sin ir más lejos. “El Chule”, como lo llamaban sus amigos y conocidos, supo transmitir una forma de incursionar en la montaña y transitar por la vida que podrá o no ser compartida, pero fue auténtica y positiva. Supo demostrar que se puede ser irreverente, anarquista y solidario. Pues si en algo hay consenso sobre el Chule es que fue un buen tipo. Y prueba de ello son las decenas de personas que lo acompañaron en su larga convalecencia.
Nació el 01 de diciembre de 1953 en el seno de una familia de montañeses estrechamente vinculados al Club Andino Bariloche (CAB). Participo de su Escuela Juvenil y se formó como un hombre de montaña. Otto Meiling y Carlos Sonntag, fueron algunos de sus maestros. Promediando la década del 70, junto a su amigo Félix González Bonorino, (y posteriormente su hermano menor Andi), obtuvo la concesión del refugio San Martín, a orillas del lago Jakob, donde cristalizó su forma de ver y vivir en montaña. Escalada y rock and roll fueron las consignas.
En 1981 obtuvo el diploma de Instructor Nacional de Escalada en Roca y Hielo y en 1983 fue nombrado Guía de Alta Montaña. Además de trabajar durante los veranos en el refugio comenzó a guiar y dictar cursos de escalada. Pelo largo, barba tupida, calzar siempre ojotas y manejar una camioneta destartalada… fueron distintivos de su marca. Su eterna sonrisa, su buen humor y la contagiosa alegría de vivir fueron complementos admirables del rudo hombre de montaña.
Su refugio y la necesidad de trabajar para lograr el sustento diario obstaculizaron permanentemente su participación en expediciones y escaladas. En los años 80 concurrió al Aconcagua, a Patagonia y a la Pared Sur del Mercedario. Pero generalmente tenía poco tiempo. Y pocas veces alcanzó las cumbres. Siempre priorizó las responsabilidades y no dudo en regresar para cumplir con los compromisos acordados. Ser libre… eso siempre!!! Pero también sabía respectar su palabra dada.
En 1983 participó activamente en la creación de la Asociación Argentina de Guías de Montaña (AAGM) y es uno de sus fundadores. Pero constató que era muy difícil vivir de la montaña y promediando la década del 80 dejó el refugio y comenzó a trabajar en el volteo de árboles grandes, una tarea también muy común entre escaladores. Con Gladis Rey formó familia, fue padre de Diderik y Lucía, y también de Nadir, hijo Gladis. Construyo su casa sobre la ladera norte del cerro Otto, en medio del bosque, donde solo se podía acceder caminando o en 4×4.
En el volteo de árboles participó su amigo Sebastián de la Cruz, que se convirtió en socio y junto a quien, y los hermanos Osvaldo y Gabriel Rapoport iniciaron la incursión hacia al valle del Turbio (Chubut) un futuro paraíso de escalada en roca y esquí de travesía. Consolidaron las picadas y emplazaron dos albergues. Uno de ellos, lleva su nombre: “Refugio Chule”. A este emprendimiento destinaron muchísimas horas, días y meses de su vida. Trabajaron con pasión, con alegría y convicción. Como la mayoría de las cosas que se hacen en la montaña. Pero además invirtieron muchísimo dinero (todo el que tenían), ya que numerosos materiales tuvieron que ser trasladados en helicóptero.
El Chule partió hacia las montañas eternas en la madrugada del 7 de septiembre de 2020, desde el Hospital Privado de Bariloche, donde había sido internado hacia un par de días. No obstante, el inicio de la marcha de aproximación hacia el más allá comenzó mucho antes, un viernes 18 de agosto de 2017, cuando se despistó la Toyota Carolla en que viajaba rumbo a la provincia de Buenos Aires.
El rodado volcó en la ruta nacional 152, cerca de General Acha, y de los tres ocupantes el único que sufrió lesiones graves fue el Chule, pues no tenía puesto su cinturón de seguridad. “Yo no me ato a esto”, decía. Fue trasladado inicialmente al hospital de Santa Rosa y posteriormente derivado en un vuelo sanitario hacia Bariloche, donde permaneció más de un año en terapia intensiva del Hospital Zonal. Tenía cuadriplejia, y si bien podía mover levemente los brazos, pero no sus manos, el problema fue irreversible. En noviembre del 2019 se mudó a una sala de enfermería, construida junto a la vivienda de su padre, Andrés Lamuniere, quien tiene 97 años.
Sin duda los tres largos años que el Chule permaneció postrado, inmóvil y totalmente dependiente de asistencia permanecerán por siempre en la memoria de quienes cada tanto lo visitamos. Un contraste terrible para alguien que siempre fue independiente, autosuficiente y autónomo. Resistió por su gran fortaleza física y la asistencia continua del sistema público de salud. ¡Gracias PAMI!
Gerardo Lamuniere es el segundo socio fundador de la AAGM en partir hacia las montañas eternas. Acompaña a Pablo Cottescu, quien abandonó este mundo a fines de agosto del 2016, también después de una larga agonía, internado en el sanatorio San Carlos.
En el ambiente de la montaña los andinistas muertos suelen ser recordados con especial cariñó y prueba de ello es que existen numerosos cementerios de montañeses en todo el mundo. No solo para los que fallecen en los cerros, también para los que lo hacen en las ciudades pero registran el calificativo de ser “hombres de montaña”. Y esta característica es fundamental para que pueden ser sepultados allí, aún más que si creyeron o no en Dios. Chulengo fue el encargado de abrir la mayoría de las fosas en el Cementerio del Montañés al pie de la pared norte del Cerro López, durante los últimos 20 años, entre ellas la de su amigo Cottescu.
Pero Gerardo Lamuniere será cremado. Fue su deseo. Y sus cenizas serán esparcidas por las montañas del Parque Nacional Nahuel Huapi cuando se supere la pandemia del coronavirus.
Adios Chule! Tu legado indica que te debemos recordar con alegría, con compromiso y respecto hacia la naturaleza. Lo haremos cuando subamos al Jakob, pero también en otras montañas de la Cordillera de Los Andes. En la AAGM siempre estarás presente. Para los montañeses los compañeros no mueren, solo se ausentan.